Me pasan a buscar por el hotel y empieza la caminata que entre una y otra cosa durará 3 horas de idas y vueltas.
La intención primera es ir al muro de los lamentos, visitarlo por primera vez y sentir la presencia de años de historia contenidos allí adentro.
Llegamos con mi amigo y como el muro esta divido en dos partes, una para las mujeres y otra para los varones (aviso que el espacio para las mujeres es un tercio del de los hombres) nos separamos por media hora y cada uno se dedica a rezar o hacer lo que sienta ahí.
Empieza la caminata. Paso a paso me voy acercando al muro, por primera vez en 22 años voy a tener la oportunidad de tocar y besar aquel muro tan importante en la historia de mi pueblo. Hay quienes hacen estatuas para enaltecer a los humanos que llamamos héroes depositando en ellos muchas responsabilidades y expectativas, celebrando muchos éxitos y perdonando muchos fracasos.
Pero esto es distinto. Son los restos de un templo que construyeron los judíos hace miles de años para enaltecer y alabar al gran nombre de dios. Un ente divino que como no es humano es perfecto, no tiene error y todo lo que es obra de él esta justificado.
Me agarro una de las muchas sillas de plástico que allí se encuentran y me siento en primera fila cara a cara con el muro. Cierro los ojos y me induzco a una meditación de 15 minutos para relajarme y sentirlo presente, me saco una foto, veo a todos rezando, llorando, con sus polleras largas, zapatillas, pelucas y gorras. Tambien hay muchas personas con libros de resos en la mano orando con mucha emoción. Me guardo esta imagen en la cabeza como una de esas fotos para no olvidar y me voy.
Despues del kotel nos espera la hora de caminata que nos faltaba para cumplir con las 3 horas del recorrido. Nos pedimos un jugo de rimon, pasamos por las calles principales de la noche de jerusalem, subo a mi habitación de hotel y me voy a dormir sabiendo que crea en lo que crea lo que hice esta bien y de a poquito ya soy mas parte.
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